lunes, 11 de junio de 2012

Noche y vida

Cae la noche. Bien podría ser una noche de lluvia. El ambiente lo dice. Pero no, el cielo está despejado. Se ven las estrellas, pero la Luna decidió abandonarnos esta noche.
Había salido a tomar el aire. Permanecía ahí, impasivo, como si esperara algo. Miraba hacia donde la vista bien podía extenderse, entre los edificios, donde se podía vislumbrar la noche oscura. No parecía sentir nada. La gente que pasaba creía que tan solo observaba. Pero no era así. Estaba de espaldas a todo, pero era perfectamente consciente de lo que a su alrededor sucedía. Era una noche fría, sin aire, pero sentía el frío nocturno. Se había dejado la gabardina dentro del bar. Aún así, se podía oír de fondo la melodía melancólica y sensual del saxofón que venía de dentro del local. Sí... podía sentir la música.
La gente que detrás de él pasaban murmuraban. Pero a él no le interesaba. Oía muchos pasos, acompañados unos de otros.
Y entonces... entonces los escuchó. De entre el gran murmullo de pasos distinguió un andar. Un andar peculiar. No era uno desconocido. Y se dirigía hacía él. De repente, un aroma acudió a su mente. Un aroma que la alteró, y cambió su tranquilidad pasiva para convertirlo en deseo, en ansia. Se giró. Y ahí estaba ella.
Apareció de la nada. Pero al surgir ella, todo comenzó a tomar mucha más intensidad. La música comenzó a sonar como si estuviera detrás de ellos. La música de saxofón... una suave melodía de jazz que armonizaba esa noche. Noche de gángster. Noche intranquila. Noche en la que algo ajeno sucedería.
Ella acudía hermosa. Tenía ropas rojas. Una blusa, quizá un vestido. No se sabe. Él no miraba su ropa. La miraba a la cara. A los ojos. A esos vidrios mágicos, que cuentan historias. Siempre cuentan historias. Pero esa noche solo contaba una. Sus ojos expresaban deseo, anhelo, contaban la historia de alguien que llevaba tiempo echando de menos a otra persona. Ojos intensos, ojos de cruda verdad. Unos ojos que enamoraban.
Al girar la cabeza y cruzar la mirada, todo a su alrededor se paró. La gente, los destellos de las luces, el aleteo de las briznas de hierba que a poca distancia se encontraban de ellos... Todo, excepto el saxofón.
Una mirada... un instante... un leve movimiento de cabeza hacia delante... Y ahora sí, todo el anhelo que sus ojos sentían se calmaron. Un beso. Un largo beso. Sus labios se fundieron en uno. Ella le coge de la cintura. Él le coloca las manos suavemente sobre sus pómulos. Y dejan el tiempo pasar. Él degusta sus labios. Ella se deja sentir. Y juegan. Sus labios juegan. Bailan al compás, como una coreografía perfecta en la cual el deseo dirige los pasos.
Sólo están ellos. Él, ella y la música.
Saxofón... Saxofón que da lugar al comienzo de una nueva noche. Ahora ella está aquí. Ahora todo puede empezar.
Y miraron al cielo tras fundirse en un abrazo, y sintieron que nada volvería a ir al mismo tiempo... Todo... menos la banda sonora que acompañaba su cita.
Y entonces, la noche los envolvió, y se perdieron para no saber del resto. Felices, al fin.
Puedes reír en paz. Ahora todo tiene sentido.