miércoles, 10 de abril de 2013

Un día idiota

Del negro al color, variopinto.
Color, por mi visto, 
por mí mismo.

Despertar, el látigo acecha.
Látigo indoloro, 
el cerco se estrecha...

Que comienza un nuevo día, 
un día más, 
un día de derrota, 
un día vacío, 
un día idiota.

¿Quién no vive en su rutina? 
Todos los días idiotas...
Pues la historia de este día,
haría del resto anécdotas rotas.

Inigualable, un día más...
Un día más para el recuerdo. 
Día del que nunca olvidaré
cómo te brillaba el cuerpo.

Comienza con eso. 
Un inocente brillo, brillo de burbuja,
sumérgeme en tu baño,
que yo de aquí ya no me bajo.

Que no intentes convencerme, 
que de ti ya no me olvido,
no borrarán los segundos
lo que en uno mismo en mi mente retrataron.

Recordaré aquel segundo
como el segundo más bello
el más impertinente,
el más barriobajero.

Qué vergüenza asaltar así 
la mente de un hombre idiota
en un día idiota
en un mundo que tampoco se desentona.

Segundo, que sin quererlo ni beberlo,
hace que desee demostrarle al mundo entero
que de ti beber yo quiero
de la copa de mi sombrero...

Que no estoy en calma, no quiero,
que ni puedo estar sin prisa
ni con pausa,
que gracias a ti, resurjo entero.

Y convierto mi mente idiota
de mi día idiota
en este mundo idiota
en idiotez con salero.

Idiotez salada, azúcar de colores,
desde que apareció en mi vida
 ya no hay días idiotas,
hay días idiotas
con el color de tus sabores.

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