miércoles, 10 de abril de 2013

Un día idiota

Del negro al color, variopinto.
Color, por mi visto, 
por mí mismo.

Despertar, el látigo acecha.
Látigo indoloro, 
el cerco se estrecha...

Que comienza un nuevo día, 
un día más, 
un día de derrota, 
un día vacío, 
un día idiota.

¿Quién no vive en su rutina? 
Todos los días idiotas...
Pues la historia de este día,
haría del resto anécdotas rotas.

Inigualable, un día más...
Un día más para el recuerdo. 
Día del que nunca olvidaré
cómo te brillaba el cuerpo.

Comienza con eso. 
Un inocente brillo, brillo de burbuja,
sumérgeme en tu baño,
que yo de aquí ya no me bajo.

Que no intentes convencerme, 
que de ti ya no me olvido,
no borrarán los segundos
lo que en uno mismo en mi mente retrataron.

Recordaré aquel segundo
como el segundo más bello
el más impertinente,
el más barriobajero.

Qué vergüenza asaltar así 
la mente de un hombre idiota
en un día idiota
en un mundo que tampoco se desentona.

Segundo, que sin quererlo ni beberlo,
hace que desee demostrarle al mundo entero
que de ti beber yo quiero
de la copa de mi sombrero...

Que no estoy en calma, no quiero,
que ni puedo estar sin prisa
ni con pausa,
que gracias a ti, resurjo entero.

Y convierto mi mente idiota
de mi día idiota
en este mundo idiota
en idiotez con salero.

Idiotez salada, azúcar de colores,
desde que apareció en mi vida
 ya no hay días idiotas,
hay días idiotas
con el color de tus sabores.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Tu

Es un día cualquiera. Una fría noche. Un mundo que atraviesa mis extremidades y me hace ver. Veo... veo vida. Veo a través de una inmensa pared de acero como si fuera un delgado vidrio. No es habilidad natural. No la poseía de antes. Fue hace 8 meses cuando descubrí que era capaz de cosas grandiosas. Es mi mirar, un mirar que aprendí a desarrollar, una complejidad que aprendí contigo. Con tu figura. Con tus curvas, tus labios, tu piel... Aprendí a verlos y aprendí que no sólo existe eso. Existe más. Mucho más. Sólo hay que querer mirar... Porque yo te miro, y te veo, pero no te veo, quiero verte, pero no veo lo que deseo. Lucho por mirar algo que creo que está ahí, pero me engaña... Me engaña, porque hay mucho más. Vivo por mirar tu delicadeza hecha marfil, tu suavidad irrompible de dulce algodón de azúcar.... Mi mirada férrea no puede avanzar, pero... tras un beso... un inocente beso... abro cualquier cerradura que tu cuerpo enfrenta a mí, unas son grandes, otras más pequeñas... pero siempre, siempre, después de un beso, se abren. Se abren para mí. Entonces logro ver todo lo que deseaba... todo lo que deseaba y  más. Porque tú nunca eres menos, siempre das más, siempre una sorpresa, siempre una novedad... Soy como un recién nacido que descubre el mundo, que le muestran cómo funciona la vida... Soy ese bebé que mira todo con impaciencia, pero con su proceso y tranquilidad, asimila todo... y siempre viene más después.
Eres la que me inspira en esta noche fría, con agarrotados dedos que sufren de congelación, a crear. A crear por ti. Porque no soy hábil aún, pero mi inspiración me dice que hay algo que tú mereces. Y esto me sabe a poco, porque sería capaz de construir reinos de oro en las nubes, y dar vida al fuego en las fosas marinas más profundas, gigantes estatuas equiparables al Himalaya que muestren tu rostro tal y como yo lo veo... pero eso aún esta fuera de mi alcance. Por eso mi cuerpo pide explotando mi pecho que hay algo que debo hacer por ti. Algo que te haga saber que estás muy presente, que te llevo dentro y te quiero representar fuera, que vea el mundo la grandiosidad que llevo dentro con tu nombre.
En esta noche cualquiera... En un día frío... En un mundo al que hay que agradecer que pueda hacer esto por ti...
En esta hoja de papel artificial... En esta hora fría... Y por este corazón caliente... que al ver una imagen tuya, no vale más que mil palabras... Se crean un millón más a tu nombre.
Por esa imagen, y por eso que solo tú me transmites...
Esto va por ti

M

viernes, 10 de agosto de 2012

Sin aliento

Vivir la vida con todas y cada una de las pequeñas contracciones del tórax que permiten entrar el aire. Arrancar de él el oxígeno. Desechar lo que no se quiere. Dura batalla la del cuerpo contra el aire para subsistir entre la marea de materias líquidas, sólidas y gaseosas nos rodean. Tus pulmones encarnizan la batalla para arrancar las moléculas que dan vida al cuerpo.
Pero hay variantes. Movimientos corporales que van más allá de la simple respiración.
Exhalaciones. Suspiros. Profunda respiración que no busca sólo ese oxígeno vital. Movimientos involuntarios del cuerpo que se exigen cuando algo de tu interior necesita algo más que aire. Algo inmaterial. Algo apenas cognitivo e intuitivo. Suspiras para llenar tu interior. Tu Interior. Te reconforta. Te hace sentir mejor.

Pero todos sabemos que eso no es lo que te alivia. Eso no es lo que realmente calma tu Interior. El momento en el que una palabra, un gesto, una caricia, un beso... te deja sin aliento... es cuando realmente te sientes reconfortado. La vivencia de diversos momentos de tu vida te arrebatará el aliento, como tus pulmones arrebatan el oxígeno al aire, de la misma manera tan desgarradora, del mismo modo tan natural... Y todo llega de manera inesperada, de sopetón, como alzar la cabeza y cegarse con una luz, como entornar los ojos y sentir tu corazón sobrecogido en un puño... Vive las sorpresas que te da la vida y cuando te genere la falta de aliento... Sabrás qué te merece la pena y por lo que hay que luchar.

Y es que es curioso saber cómo es el hecho de que cuanto más cerca estás de la muerte... más vivos nos sentimos.

Yo encontré mi motivo un 15 de Abril de este mismo año. Buscad vosotros mismos también un motivo para seguir vivos desafiando a la muerte.

lunes, 11 de junio de 2012

Noche y vida

Cae la noche. Bien podría ser una noche de lluvia. El ambiente lo dice. Pero no, el cielo está despejado. Se ven las estrellas, pero la Luna decidió abandonarnos esta noche.
Había salido a tomar el aire. Permanecía ahí, impasivo, como si esperara algo. Miraba hacia donde la vista bien podía extenderse, entre los edificios, donde se podía vislumbrar la noche oscura. No parecía sentir nada. La gente que pasaba creía que tan solo observaba. Pero no era así. Estaba de espaldas a todo, pero era perfectamente consciente de lo que a su alrededor sucedía. Era una noche fría, sin aire, pero sentía el frío nocturno. Se había dejado la gabardina dentro del bar. Aún así, se podía oír de fondo la melodía melancólica y sensual del saxofón que venía de dentro del local. Sí... podía sentir la música.
La gente que detrás de él pasaban murmuraban. Pero a él no le interesaba. Oía muchos pasos, acompañados unos de otros.
Y entonces... entonces los escuchó. De entre el gran murmullo de pasos distinguió un andar. Un andar peculiar. No era uno desconocido. Y se dirigía hacía él. De repente, un aroma acudió a su mente. Un aroma que la alteró, y cambió su tranquilidad pasiva para convertirlo en deseo, en ansia. Se giró. Y ahí estaba ella.
Apareció de la nada. Pero al surgir ella, todo comenzó a tomar mucha más intensidad. La música comenzó a sonar como si estuviera detrás de ellos. La música de saxofón... una suave melodía de jazz que armonizaba esa noche. Noche de gángster. Noche intranquila. Noche en la que algo ajeno sucedería.
Ella acudía hermosa. Tenía ropas rojas. Una blusa, quizá un vestido. No se sabe. Él no miraba su ropa. La miraba a la cara. A los ojos. A esos vidrios mágicos, que cuentan historias. Siempre cuentan historias. Pero esa noche solo contaba una. Sus ojos expresaban deseo, anhelo, contaban la historia de alguien que llevaba tiempo echando de menos a otra persona. Ojos intensos, ojos de cruda verdad. Unos ojos que enamoraban.
Al girar la cabeza y cruzar la mirada, todo a su alrededor se paró. La gente, los destellos de las luces, el aleteo de las briznas de hierba que a poca distancia se encontraban de ellos... Todo, excepto el saxofón.
Una mirada... un instante... un leve movimiento de cabeza hacia delante... Y ahora sí, todo el anhelo que sus ojos sentían se calmaron. Un beso. Un largo beso. Sus labios se fundieron en uno. Ella le coge de la cintura. Él le coloca las manos suavemente sobre sus pómulos. Y dejan el tiempo pasar. Él degusta sus labios. Ella se deja sentir. Y juegan. Sus labios juegan. Bailan al compás, como una coreografía perfecta en la cual el deseo dirige los pasos.
Sólo están ellos. Él, ella y la música.
Saxofón... Saxofón que da lugar al comienzo de una nueva noche. Ahora ella está aquí. Ahora todo puede empezar.
Y miraron al cielo tras fundirse en un abrazo, y sintieron que nada volvería a ir al mismo tiempo... Todo... menos la banda sonora que acompañaba su cita.
Y entonces, la noche los envolvió, y se perdieron para no saber del resto. Felices, al fin.
Puedes reír en paz. Ahora todo tiene sentido.

martes, 6 de marzo de 2012

Ojos, ¿puerta del alma?

Bienvenidos de nuevo, lectores y bloggeros. Antes de comenzar, querría pedir perdón por la falta de continuidad en el blog, pues debido a diversos factores, arquitectónicos sobre todo, deje de darle toda la atención que merece este fantástico blog.

Pues, como ven perfectamente en el título, mi reflexión de hoy ha sido sobre los ojos. Pero de los ojos en el sentido metafísico que tienen.
Pensad objetivamente si alguna vez habéis mirado a unos ojos. Y digo mirar, no ver. Unos ojos los ve cualquiera. Pero muy pocos los miran. Muy pocos los escrutan, muy pocos usan los ojos como si de precipicios se trataran, precipicios de los cuales uno salta y se aventura en ellos.
Ojos... hay muchos, de infinitos colores, matices y formas, igual que infinitos mundos por explorar y recorrer cada vez que se miran. 
Yo he viajado por esos ojos. He visitado parajes maravillosos, ojos que cuentan historias, ojos que alumbran un alma y empequeñecen un corazón, ojos que te propulsan a una vida en la que puedes sentir como el tiempo de en derredor se detiene completamente.
Porque tenemos que aprender a sentir, oler, saborear, oír una mirada, tenemos que vivirla, tenemos que saber que, cuando aparece, tenemos que tratarla con cariño, acariciarla, besarla y, si te lo permite, hacerla el amor. Mirar a los ojos es mágico. Intercambiar esa mirada alcanza el summun del placer. 
Guardo mil recuerdos que me hace tener escalofríos, de cuando hasta a oscuras se podía mirar a alguien a los ojos. Alguien especial. Alguien que podría llegar a serlo. Alguien que podría serlo más aún. 
Ese momento petrifica y paraliza, pero a la vez, no lo dejarás nunca de hacer. 

Esa es mi reflexión de hoy. Mirar a los ojos, mantener una mirada, analizar esos ojos... Aprended a vivir esos momentos, pues cuando lo consigáis, alcanzaréis la tranquilidad impasible de un lago perdido en la montaña. 

sábado, 4 de febrero de 2012

Pocas veces...

A veces, un "todo" no dice "nada".
A veces, "nada" lo dice "todo".
Y muy pocas veces, lo "justo y necesario" dice lo que realmente necesitamos.

¿Cuántas veces habremos visto a alguien hablar sin parar, y no decir nada?
¿Cuántas veces nos habremos quedado callados, y hemos dado a entender todo lo que no se puede explicar?
Pero, realmente... ¿Cuántas veces hemos otorgado una mirada, una caricia, un gesto que dijera, sin palabras, todo aquello que guardamos dentro y lo hemos explicado a la perfección?

"Conexiones más allá, es lo bello de esta vida,
siempre fuertes, con soltura
darle a un amor una sonrisa.

Entended quizá que no es fácil, pero no es práctica lo que hace falta
sinceridad completa y eterna
y la vergüenza olvidadla.

Y sabed que a pesar de lo que escribo, no otorgo lo que pienso,
pues realmente necesito
más de uno, dos, o tres gestos".

No dudéis en expresar lo que sentís. Pero expresadlo a aquellas personas que realmente deseéis ver felices.

Es vuestro regalo. No lo olvidéis.


jueves, 2 de febrero de 2012

Lucha contra tu destino

Caballero envalentonado, que viste su armadura corroída por el paso del tiempo y del fragor de la batalla, oxidada por los alientos de sangre que exhalaron sus antiguos enemigos, descansando ya sobre el campo de batalla...
Caballero poderoso, rugiendo de ira ardiente, cuyos ojos solo infundan temor a aquellos que se atreven a mirar  en lo más profundo de estos... Cuya boca solo exhibe una rabia contenida, una furia desatada, de cuyos gritos no quedan inmunes ni sus propios compañeros...
Empuñando en su mano más alzada la espada más temida, la que todos temen que descienda desde el cielo para herir lo más profundo del bastión enemigo... Portando en la mano más taimada el arma que le cubre de aquellos que le acechan en la lejanía... Y, sin cesar, corriendo hacia el enemigo.
Inevitable su llegada, todos observan petrificados. Nadie habla. Ni un suspiro apenas puede oírse. Observan temerosos cuán cruel puede ser la vida, al ver que su respiración apenas durará debido a la ira que en breves instantes se desatará al descender el Caballero por las trincheras. Empapando más su espada. Oxidando más su armadura.
Las piernas no responden; los ojos, los gritos, el sonido retumbando de un paso tras otro en el suelo... no permite movimiento alguno. Parece que todo ha entrado en una cúpula atemporal donde nada importa y nada parece tener sentido.
Entonces, a menos de un metro de distancia, el caballero se impulsa con sus botas. Salta hacia delante, para sorpresa de todos. Nadie esperaba un salto así. Se sumerge entre las líneas enemigas, y lo último que se recuerda de ello, la última imagen... Es la del Caballero realizando un movimiento lateral con su espada, sesgando las vidas que entre él se oponían, acompañándolo de una melodía roja que indicaba el comienzo de una sinfonía de destrucción.

El Caballero sois vosotros. Y el enemigo, el Destino. Enfrentaos a él, hacedlo sangrar y... no os dobleguéis.